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Leyenda de la madremonte

Está vestida de hojas y de líquenes, vive en la profundidad de los bosques. La cabellera, víctima de soles y lunas, le oculta el rostro, ese es su enigma. Podemos escuchar el grito de fiera entre los árboles, ver la silueta que se pierde en la espesura, pero nadie ha visto nunca su rostro cubierto de musgo y sombra. AhLa Madremonte ama las grandes piedras de los ríos, construye sus aposentos en los nacimientos de las quebradas, se distrae con el silbido de las mirlas y los azulejos. Algunos han creído escucharla cuando imita el canto de los grillos, en las tardes de verano, y cuando persigue las luciérnagas en las noches sin luna. Como vigilante de las selvas, la Madremonte cuida que no desaparezcan la lluvia ni el viento, orienta los periodos de celo de los animales del monte, grita de dolor cuando cae alguna criatura de su dominio. Por eso, odia a los leñadores y persigue a los cazadores: a todos aquellos que violan los recintos secretos de las montañas. Cuando la Madremo...

Leyenda de la madre de agua

Es un ser anfibio que prefiere vivir la mayor parte del tiempo bajo el agua. Allí, en las profundidades de los ríos, entre las algas, recorre sus viviendas de obsidiana y de despojos de crustáceos. En este lugar, como una ninfa acuátil, apoyada en un bastón de coral,desteje la red de su amargura. Con la mirada perdida busca a su joven amante indio, al hijo que fuera arrojado a la corriente por el abuelo español que nunca aprobó su amor por el aborigen. Madre del río, pequeña sonámbula de los silenciosos arrecifes, además de su inclinación por la transparencia, las nubes y los pájaros, la Madre de Agua desea a los niños. Con sonidos de caracol, con mensajes de mariposa de cristal, con ramos de flores blancas que alumbran en recámaras de sílice, los atrae hasta el borde del río. Aquellos que han visto los visajes de su rostro, en los espejos del agua, enferman y sin poder olvidar corren al abismo en busca de los cabellos de oro y del espejismo de la cantora de ojos azules.

Leyenda de la llorona

Entre los cafetales y los yarumos, en las noches de luna llena, se escucha el grito de la Llorona. De rostro cadavérico, cubierta de harapos pringados por la lluvia y el sol, la Llorona alguna vez fue una mujer hermosa de ojos audaces que enloquecía a los hombres de los pueblos con su cuerpo de acróbata del placer. Ahora, desprovista de esplendor, deambula sin sosiego por las veredas, atormentada por la culpa del crimen y los delirios de una madre que cree llevar entre los brazos a un niño imposible. Plañidera, diosa de los tábanos y el desconsuelo, la Llorona; como algunas aves de la espesura, jamás cesa en su canto fúnebre, aunque, intente olvidarlo atraída por el silencio de las cañadas, por el tejido invisible de las mariposas en el aire de los ríos. Algunas noches, incluso lo intenta, rodando las ventanas de las aldeas. Allí se detiene, perdida en el dolor y la sombra, mientras escucha las guitarras, las voces que con aroma de aguardiente y tabaco ahuyentaban el alba. Dam...

Leyenda de la candileja

Mártir de la violencia, la Candileja es el espectro de una mujer asesinada en el Valle de las Tristezas. Dicen que fue quemada viva con los hijos dentro de su casa. Desde entonces, convertida en fuego, frecuenta los lugares en ruinas, las crecientes de los ríos y los caminos solitarios. Aparece en el alba, cuando aún el gallo no ha cantado, y como un meteoro se estrella con los cercos; se agita en el copo de los árboles o se echa a rodar por los pastos. Amiga de los cocuyos, la Candileja en los días de viento quisiera ser coro de enredadera o canto de arrendajo en la montaña. Zarza ungida de violencia, aunque la Candileja nunca se apacigua en su dolor ígneo, algunas noches en que los ríos están apacibles y cubiertos de cámbulos, ella quisiera detenerse y tomar agua y tal vez bañarse en la sombra para quitarse tanto ardor y despojarse de toda la ceniza. Reina salvaje coronada de rescoldos que se avivan con la memoria, la Candileja, sin embargo; espanta a los caballos y los ji...

Leyenda del tunjo

El Tunjo es un muñeco de oro. Tal vez, fueron estos pequeños ídolos simbólicos o divinos de los pijaos, tal vez fueron dioses o simplemente ofrendas religiosas consagradas a paganos, dioses o a sus caciques. Se le atribuyó la leyenda de un fantasma que anda errante, buscando protección, alimento y cobijo por lo cual premiaba a su protector con el fruto de una gradual fortuna. Se presenta en la forma de un bebé inofensivo, llorando, a la vera del camino en los grandes caminos reales, en el cruce de un bosque o de una quebrada, en las inmediaciones de unas ruinas o casas abandonadas, a la orilla de las cachaqueras o de los ríos. El Tunjo, después de todo, no hace más que asustar a las víctimas, al parecer inconscientemente, pues según se entendía él sólo buscaba, como antes he dicho, a un protector que lo cuidara y mantuviera, para él, a su vez, hacerlo millonario. Naturalmente para que el escogido tuviera derecho a esa oportunidad de enriquecerse, tenía que soportar alguna...

Leyenda del sobreron

Es el fantasma en pena de alguien que en vida del que jamás se tuvo claro su rostro.. Alto, todo vestido de negro, entra en los pueblos, envuelto en el silencio se retira con el rostro encendido por el ala siniestra de la bruma. Vagabundo de los esteros bajo la luz de la luna, el Sombrerón alguna vez estuvo enamorado. y quiso viajar a países de viento y estrella dorada, pero cómplice de la amapola y los pantanos, se detuvo siempre en los umbrales, indeciso como el murciélago ante la luz. Ahora, cubierto por el sombrero y la ruana, todo se le oculta y perros feroces lo siguen con grandes cadenas en la calígine de los abismos. Caballero de los chamones y los horizontes lívidos, el sombrerón se aleja entre los charcos. Sabe que jamás poseerá el secreto de las crisálidas. Desprovisto de deseos y con la mirada extraviada, se adentra en el paisaje del crepúsculo

Leyenda del patas

Este curioso personaje mítico de nuestros campesinos, especialmente antioqueños, nada tiene que ver con el demonio o diablo de la religión católica, y por ello no se identifica con otras entidades demoníacas como el «Mandingas», el «Malo», el «enemigo malo» etc. El Patas es un prodigioso personaje, semejante apenas al Proteo griego, y al que el Dios de los mares dio el poder de cambiarse de forma o apariencia «para librarse de quienes lo acosan pidiéndole predecir los demonios humanos», según cuenta Virgilio. El Patas es una síntesis de todo: es la suma de la belleza, de la sabiduría, de la fealdad, de la torpeza, de la ignorancia, virtud, vicio, grandeza, miseria... ¡todo lo abarca! Es «la medida de todas las cosas»,como dijo algún polígrafo parodiando al filósofo en su concepto sobre el hombre. Así decimos de una muchacha bonita que es «más linda que el Patas» o de una que es poco agraciada, que es «más fea que el Patas», de un hombre, que es «más inteligente que el Patas»...